Estados Unidos y China han desatado una guerra tecnológica a gran escala, en la que ambos países buscan tener supremacía en el sector de los chips de semiconductor, componentes esenciales en una amplia variedad de productos cotidianos y que también se utilizan en campos como la inteligencia artificial, las supercomputadoras y la industria armamentística.
El gobierno de Estados Unidos ha introducido restricciones a la exportación de chips de última generación a empresas chinas, con el objetivo oficial de impedir que China desarrolle sistemas militares avanzados, incluyendo armas de destrucción masiva. Estas restricciones son una medida que Estados Unidos ha tomado para proteger su posición dominante en el mercado de chips. Actualmente, las empresas estadounidenses controlan el 46% del mercado global de semiconductores y tienen casi un monopolio en materia de diseño, investigación y desarrollo. Por detrás de Estados Unidos se sitúan tres países asiáticos: Corea del Sur, Japón y Taiwan, que concentran la mayor parte de la producción de chips a nivel mundial. La Unión Europea apenas representa un 9% del mercado global, mientras que China cierra el ranking con una cuota del 7%.
China ha estado haciendo grandes inversiones para mejorar su tecnología en el sector de los chips y reducir su dependencia de Estados Unidos. Hasta ahora, China se ha centrado en producir chips de gama baja y en ensamblar semiconductores de última generación importados de otros países. Sin embargo, el gobierno chino busca impulsar un salto tecnológico en el sector de los chips con inversiones multimillonarias, con el objetivo de reducir distancias con Estados Unidos y liderar la cuarta revolución industrial.
Es difícil predecir cómo reaccionará China a estas restricciones de Estados Unidos. Es posible que intente desarrollar su propia tecnología de chips y reducir aún más su dependencia de Estados Unidos, lo que podría llevar a un aumento de la competencia en el mercado global de chips. También es posible que China intente responder a las restricciones de Estados Unidos con medidas proteccionistas de su propio gobierno, lo que podría desencadenar una escalada de tensiones comerciales y tecnológicas entre los dos países.
En juego está la supremacía global y la hegemonía mundial, y ambos actores, Estados Unidos y China, son conscientes de que la supremacía tecnológica es clave en sus aspiraciones. Quien pretenda liderar la cuarta revolución industrial deberá dominar el sector de los chips. Además, el conflicto tiene un marcado carácter geopolítico, ya que está en juego el papel de líder global de ambos países.
Es importante tener en cuenta que la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China no es un fenómeno aislado, sino que forma parte de una serie de tensiones entre los dos países en diversos campos, como el comercio, la política exterior y la seguridad. Esta guerra tecnológica también tiene implicaciones económicas significativas, ya que el sector de los chips es un motor clave de la economía global y una fuente importante de empleo en muchos países.
En estos momentos es difícil adelantar cómo evolucionará esta guerra tecnológica entre Estados Unidos y China, pero lo que es cierto es que ambos países tienen mucho en juego y cada uno está dispuesto a proteger sus intereses y asegurar su posición dominante en el mercado global de chips. La guerra tecnológica entre Estados Unidos y China es una de las principales preocupaciones de la comunidad internacional y es importante seguir de cerca su evolución para entender sus implicaciones y cómo podría afectar a la economía global.
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